Autor: Terapeuta Ocupacional Mg. Desarrollo Social
Gloria Esmeralda Gómez Beleño
3 de agosto de 2017
La
salud mental en los niños es un estado de bienestar que les permite conocer sus
capacidades y debilidades para afrontar las situaciones normales de la vida, estudiar
de forma productiva, alcanzar metas importantes y funcionar de manera efectiva
en la sociedad (1,2). De modo que la interacción entre las
condiciones de salud y el contexto son las que proveen o limitan el desempeño
de la persona. Dicha interacción le permite mantener relaciones armoniosas con
los demás y la inclusión en un entorno humano, familiar, social y escolar que
contribuye a que las personas con problemas de salud mental puedan participar
como ciudadanos en su comunidad en un marco de derechos humanos (3–7).
Según la Organización Mundial de la Salud
(OMS) en el año 2016, cerca de 1.000 millones de personas, que representan el
15% de la población mundial, viven con algún tipo de discapacidad (1). Esto implica que
110 millones de personas presentan limitaciones significativas para participar
en su vida diaria (1,8,9). Si tenemos en
cuenta el informe sobre la salud mental realizado por la OMS, hay 450 millones de personas afectadas por
problemas en la salud mental que genera algún tipo de discapacidad (10–12). De modo que los problemas derivados de los
trastornos mentales requieren, por su impacto a múltiples niveles, una atención
prioritaria.
Además,
es importante señalar que los problemas de salud mental están estrechamente
vinculados a las condiciones de salud de la población en general especialmente
en la población infantil, quienes se encuentran expuestos a múltiples factores
biológicos, ambientales, sociales y familiares directamente relacionados con el
aumento del déficit de atención con y sin hiperactividad, problemas de
aprendizaje y del comportamiento entre otros (15,16); que afectan directamente
el funcionamiento de la vida diaria, principalmente en la participación
ocupacional así como en la adaptación al entorno tanto familiar y escolar, como
a la comunidad (8,14). Esto requiere llevar a cabo una intervención no sólo
centrada en la persona sino también en y con su comunidad con fines de promover
la salud y prevenir la enfermedad.
Uno
de los trastornos que influye significativamente en la salud mental en los
niños, es el déficit de atención con o sin hiperactividad (TDHA); éste es y ha
sido un tema de preocupación no solo del personal médico sino de padres y
maestros aproximadamente desde los años ochenta. ¿En qué consiste dicho
trastorno y por qué es necesaria su prevención y atención desde los primeros
años de vida? Se trata de la falta de control de impulsos, nivel desproporcionado
de la actividad motora e inatención, que puede cursar con agresividad y conductas
maladaptativas inconsistentes con la edad (16, 20); su alta prevalencia antes
de los siete años puede perdurar hasta la adolescencia y la vida adulta (19)
afectando su vida familiar, social, personal, escolar y laboral a futuro (16,
20, 21).
Situación que ha venido afectando a la
población infantil a nivel mundial, si se tiene en cuenta que cada vez son más
los menores diagnosticados con dicho trastorno, y que adicionalmente, se ha
comprobado científicamente su relación con el trastorno por abuso de sustancias
(21), el trastorno afectivo bipolar (17) y alteraciones del sueño (20) en la
edad adulta. Ésta realidad, constituye un problema de salud pública que afecta
la salud mental de quien la padece en diversas áreas del desempeño y en la de sus
familiares de forma significativa; especialmente cuando se da un inadecuado manejo médico y escolar, debido que
su sintomatología puede ser confundida con otros trastornos mentales o
problemas relacionados con el comportamiento del niño dentro del aula de clase
o en el hogar (17,18).
Por tal motivo, es importante el diagnóstico
oportuno por parte de un neuropediatra o psiquiatra infantil, además de una
intervención interdisciplinaria desde lo farmacológico hasta lo psicoterapéutico
(17), que brinden estrategias a padres y maestros en el control y/o disminución
de los síntomas del niño en casa y escuela entre otros lugares que frecuenta
con el propósito de tener experiencias de éxito en su vida.
Esta sería la posición clínica ideal de
intervención, sin embargo no todos los padres y maestros están de acuerdo - en
primera medida con el diagnóstico y - en segundo lugar con el método ortodoxo
de intervención, como el caso de la medicación en niños con TDHA, la cual ha
sido un tema de controversia debido a los efectos secundarios del medicamento,
el tabú frente a la frecuencia de uso y especialmente por el estigma que esto
trae en las familias de niños que asisten al psiquiatra y a terapias. Por tanto cuidar la salud mental de los niños
no es tarea fácil, es un reto al que el personal médico y paramédico se
enfrenta a diario y en el cual se debe involucrar a familiares, cuidadores y
comunidad en general.
Por otro parte, es importante tener en cuenta
que no todo niño inquieto e indisciplinado es hiperactivo, ni todo niño
distraído o de aprendizaje lento tiene un trastorno de déficit de atención como
muchos maestros afirman en sus aulas de clase. Motivo por el cual es necesario orientar
a padres y maestros en la observación del comportamiento de los niños de quien
sospechan que tiene un TDHA, con el propósito de realizar un seguimiento de los
síntomas por lo menos durante 6 meses, de manera que puedan diferenciar entre un
niño malcriado y uno con dicho trastorno para así acudir a la consulta de ser preciso
(18).
Existen muchas formas de promover la salud
mental desde los primeros años de vida, especialmente partiendo de la educación
basada en el lenguaje del amor, que no es más que la utilización correcta del
lenguaje hacia los menores, dicho de otra manera son pautas de crianza basadas en
la programación neurolingüística (PNL), es decir, hablar siempre en positivo,
colocar límites y reglas racionales, enseñar con el ejemplo los valores humanos
y al mismo tiempo que el adulto dedique atención y tiempo de calidad al niño,
de manera tal que él no busque llamar su atención desde lo negativo sino que
aprenda estrategias de comunicación asertiva y el desarrollo de la inteligencia
emocional. Al mismo tiempo, es necesario crear vínculos positivos entre el
menor y su maestra, su familia y amigos, puesto que éstos fortalecen su
autoestima y les hace más seguros y dispuestos al aprendizaje en situaciones
difíciles de la vida.
Otra manera útil de promover la salud mental
de los niños hace referencia al juego en familia, al uso de la meditación, el
yoga, hábitos alimenticios saludables, o las terapias alternativas para el
manejo de los síntomas tales como la musicoterapia, la digito puntura o la
homeopatía entre otros (23,24,25).
Por otro lado, la prevención desde el
embarazo implica no sólo una alimentación saludable y cuidados prenatales, sino
una estimulación adecuada sin excesos, formación en valores y en el buen
ejemplo de los padres. Sin embargo, cabe resaltar que el factor hereditario juega
un papel importante, por tanto es necesario prevenir futuras consecuencias
relacionadas con abuso de sustancias o la comorbilidad con otros trastornos
mentales que requieran de hospitalizaciones frecuentes, que a la final terminan
en un sobrecosto a la salud, problemas sociales, escolares, familiares, en la
comunidad y laborales de difícil manejo (20).
Referencias
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